Wednesday, February 8, 2012

LA PATA SOBRE EL HUEVO, JULIO


El sueño no acaba de componer un relato. Sólo gira, trabaja, con piezas que giran en torno a: maledicencia o fealdad. que pueden aparecer en la vida del escritor, en su trato con los demás-- una conversación con Mauro Cesari sobre la patología del escritor.


Dentro del sueño, o en el momento de despertarme, me pregunté sobre la supuesta mirada crítica que uno cree tener  (¿esta mirada crítica, esta supuesta mirada crítica, no podría ser una de las tantas farsanterías con las que pretendemos justificar nuestras vidas, nosotros, los que nos hemos decidido a ser escritores?); me pregunté, en fin, si esto de escribir para inventarnos, no es una manera de eludir el vernos a nosotros mismos.

Antes del sueño llegó Fernando Acosta, bibliotecario de Princenton, quien quizás compre mis libretas viejas. Esto me movió un poco. Me pregunté por qué tendrían que comprar mis viejas libretas.
¿Quién soy yo?
Pero el sueño, repito, del todo no maneja los materiales que presenta. El sueño sólodeja asomar,  con poca claridad, lo que, en el abismo del magma se me está presentando.
Las moscas no son buenas.

-Por un instante, en el día de hoy, la tos adquirió un matiz imprevisible. Esto bastó para asustar.

-Estoy en Cuba, pero no estoy en Cuba./ ¿qué hago en el lugar donde estoy ? / no sé nada/ no se parece a nada el lugar donde estoy /no logro decir lo que me está pasando / ni siquiera logro decir quiénes son los que están conmigo / es un edificio que tiene saco y corbata / esto (?) en pleno campo, pero nada está claro /no sé qué edad tendré / pues lo, grotesco, pues lo absurdo, pero sin que acabe de precisar / estaría como estrenándome / o tratando de entrenar -a quién?- estaría, en escenario cuya identidad no acabo de entender.

-Delincuente la peligrosa mujer, al borde de ser atrapada en Hotel que puede, o pudo, estar en New York. La mujer, alcoholizada, huye. Ella es la cineasta frustrada que una vez, en esta Playa Albina, conocí. No quiero decir su nombre. No, no quiero decir su nombre. Ese Hotel de donde ella huye, tiene demasiados recuerdos de una vida que ni viví. Son pedazos muertos, sin duda. Retazos metidos dentro de un baúl.
OBSERVACION- Un "corto"de la tele, con mujeres, del "bajo fondo", que acabo de ver, me acompaña hasta la cama donde me duermo. Ahí, se transforma en el Sueño que acabo de decir. Ejemplificación de la influencia de la tele en el sueño.

-La inquietante presencia de un animal saltarín. Es blanco. Desaparece antes de despertarme, así que, sobre él, no hay nada que contar. Aunque, eso sí, lo que sé es que se trata no sólo de un animal saltarín, sino también de un animal feroz. ¿Ese animal tiene algún colorido? ¿Colorido?, ¿ qué pregunta es ésa? ¿Cómo puede tener colorido un todo blanco anumal? (y es curioso, lo blanco parece relacionarse con el campo cubano).Habría que hacer tangible la presencia del animal saltarín, convirtiéndolo en un alebrije.

-Es una escena,1936, de una película española de Imperio Argentina. El sueño ha recortado, en puro negro, unos pasos tractales. Ante eso, no se puede hacer más nada.
Es como lo que se ha escondido demasiado.

Anoche vi un episodio de la tele-novela "EL Cartel".Al día siguiente, Al día siguiente, a las siete y media de la mañana. Al día siguiente, a las siete y media de la mañana, tuve un sueño que pareció ser el resultado de lo que el magma, que siguíó trabajando dentro de mí, hizo con el episodio que vi en la tele. En el sueño tocaban en la puerta. El que tocaba, deseaba averiguar sobre el destino de su hijo. El hijo formaba parte de una red delincuencial (la red -esto era lo que decía el Sueño- era "circular"). Y esto estaba situado en un Hotel. En el mismo Hotel (procedente del recuerdo de una vieja película) donde soñé, en noche anterior, con la horrible cineasta.

-Esta mañana de hoy, en un club habanero, con la apariencia de un clubman, se asomó mi difunto amigo Mario Parajón. El va a regresar -eso es lo que dice el Sueño- para asistir, en Cuba, a una fiesta navideña. El no me saluda.

-En sala de conferencias, lugar colonial. Llega Mario Parajón. Más viejo, más gordo. Lo miro fijamente, pero no logro ver su cara, totalmente cubierta por un negro manchón. Y esto es la razón por la cual no logro saber si, él, me ha saludado, o no me ha saludado. Creo que tenía, en el sueño, la esperanza de que él me saludara. Fue a las 4 de la mañana.
Me desperté. Me volví a dormir, entrando el mismo sueño, de nuevo. Yo nunca tuve juventud, y parece que  en el grupo Orígenes, jamás llegué a conocer a nadie. Aunque ahora había un tigre pacífico, paseándose por la sala de conferencias. Entonces, no supe por donde andaría mi -¿mi amigo?- muerto. Y, aunque no estoy seguro de lo que ahora estoy diciendo, creo haberme alegrado saber que Mario Parajón estaba cerca.   

Lorenzo García Vega

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